Nieta número 99


El comunicado
Abuelas de Plaza de Mayo quiere dar a conocer la resolución del caso N° 99. Lamentablemente se trata del hallazgo de los restos de la niña Mónica Graciela Santucho, desaparecida el 3 de diciembre de 1976 junto a sus padres, Catalina Ginder y Heldy Rubén Santucho, cuando tenía catorce años. Mónica es una muestra más del accionar de los genocidas que además de secuestrar y robar bebés, asesinaron niños y adolescentes que por su edad no podían ser apropiados.

El día que se llevaron a Catalina y Rubén, Mónica logró esconder a su hermana y a su hermano en un tacho recolector de basura que se encontraba cerca de su casa. Sus padres fueron asesinados en el operativo; ella no pudo escapar; fue secuestrada, mantenida cautiva durante tres meses en diferentes Centros Clandestinos de Detención y luego asesinada.


Los padres
Catalina nació el 29 de agosto de 1941 en la ciudad de Buenos Aires. Rubén nació en Bolívar, provincia de Buenos Aires, el 14 de noviembre de 1936. Formaron pareja y tuvieron tres hijos: Mónica, Alejandra y Juan Manuel. Rubén era obrero y Catalina ama de casa.

Su hija Mónica nació el 30 de marzo de 1962 en la ciudad de Buenos Aires. Realizó sus estudios en el colegio Mosconi de la localidad de Ingeniero White, provincia de Buenos Aires.

Rubén y Catalina integraban la organización Montoneros en la ciudad de Bahía Blanca. Luego, se trasladaron a La Plata donde continuaron su militancia. Sus compañeros los llamaban "Tucho" y "Alicia" o "la vieja Alicia".


El secuestro y la desaparición
El 3 de diciembre de 1976, la pareja junto a su hija Mónica de catorce años, fue secuestrada en el domicilio que compartía con otros compañeros, en la calle 138 bis y 526 de la localidad de Melchor Romero, partido de La Plata.

Catalina
y Rubén fueron asesinados durante el operativo que estuvo a cargo de la Policía Federal, la Policía Provincial y el Ejército. Sus cuerpos ingresaron al cementerio de La Plata siendo sepultados como NN.

Mónica sobrevivió al operativo y fue secuestrada. Por testimonios de los sobrevivientes Gabriela Gooley, Carlos Alberto De Francesco, y Graciela Liliana Marcioni, pudo saberse que a fines de diciembre de 1976 se encontraba detenida en el CCD "Pozo de Arana". Hasta el 15 de enero de 1977 permaneció detenida en la Comisaría 5ª de La Plata. Una sobreviviente de dicho centro clandestino, recuerda que Mónica le relató el asesinato de sus padres y que se encontraba muy preocupada por sus hermanos.


El hallazgo
En mayo de 2009, en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas llevada adelante por Equipo Argentino de Antropología Forense, Mónica fue identificada. El trabajo realizado por dicho equipo permitió saber que los restos de la joven fueron inhumados como NN en una fosa común del cementerio de Avellaneda entre enero y febrero de 1977. Su familia pudo de esta manera conocer el destino final de Mónica. El 14 de octubre de 2009 sus restos fueron inhumados en el cementerio de Bahía Blanca.

Genocidas en el banquillo, siguen en su línea



Después del escandaloso episodio del represor Juan Daniel Amelong durante un juicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en Rosario, el general retirado Fernando Verplaesten quiso armar su circo propio. Mientras que en Rosario el ex teniente del Ejército había intimidado a la querella con un exabrupto, Verplaesten insultó este miércoles con mímica y gestos en los que se pudo leer, según los abogados de las víctimas: "Hijos de puta...la puta que los parió".

La lamentable escena que interpretó Verplaesten se vivió en el marco de la tercera jornada del juicio contra los ex generales Reynaldo Bignone (último presidente de facto), Santiago Omar Riveros, Eugenio Guañabens Perelló, Jorge Osvaldo García, Carlos Alberto Tepedino, Eduardo Alfredo Esposito y el comisario retirado Germán Montenegro.

Todos se negaron a declarar ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de San Martín, que los juzga por 56 casos de secuestros, torturas, desapariciones y muertes cometidos entre 1976 y 1979 en los cuatro Centros Clandestinos de Detención que funcionaron en Campo de Mayo

El episodio fue denunciado por los abogados ante la presencia del tribunal cuyo presidente Héctor Sagretti ordenó a Verplaesten no hacer ningún tipo de manifestación y "guardar el decoro".

El tribunal, que resolvió pasar a un cuarto intermedio de dos horas, deberá resolver el pedido de que Verplaesten sea declarado insano para lo cual debería ordenar una nueva pericia médica pedida por la defensa.

De todas maneras, al comienzo del juicio, los magistrados declararon inimputable al ex general Eduardo Esposito, que quedó afuera del proceso judicial.

EN ROSARIO, AMELONG PIDIÓ "BENCINA". El martes, el represor Juan Daniel Amelong protagonizó un exabrupto similar en Rosario durante un juicio por delitos durante la última dictadura militar. Según denuncio una de las abogadas de la querella, Virginia Blando Figueroa, Amelong habría manifestado, provocador: "Esto se está poniendo calientito. Lo que hace falta acá es un poco de bencina".

Acto seguido, la abogada pidió que el represor fuera retirado del recinto y el presidente Otmar Paulucci pidió que se investigara. En tanto, desde la defensa, el abogado Héctor Galarza Azzoni aseguró que la expresión nació de una "conversación privada entre defensor y defendido que tiene garantía constitucional" y que no debería ser interpretada como una intimidación.

La muerte de la argentina Noemí Gianotti fue un crimen político

La Comisión Argentina de Derechos Humanos (Cadhu) afirmó ayer, en una conferencia de prensa celebrada en Madrid, que Noemí Esther Gianotti de Molfino, súbdita argentina encontrada muerta en la calle de Tutor de la capital española, «no murió de muerte natural, sino que fue asesinada».La Cadhu desmiente la versión de la Embajada argentina en Madrid, en el sentido de que Noemí Esther Gianotti, que poseía la condición de refugiada política, muriese de muerte natural, en base a las contradicciones del informe policial, siendo la más destacada el que los presuntos asesinos borrasen todas las huellas dactilares del apartamento donde apareció el cadáver, «olvidándose», en cambio, ciertos documentos de identidad.

La versión del organismo argentino es que Noemí Esther Gianotti fue secuestrada en Lima, (Perú) en una operación «montada por el Gobierno de Buenos Aires».


Según los datos de la Cadhu, el apartamento del número 37 de la calle del Tutor fue alquilado por un tal Julio César Ramírez, también secuestrado en Lima, siendo el arrendatario, en realidad, un agente del Gobierno argentino. Noemí Esther Gianotti entró en el apartamento el 18 de julio.

Durante los días siguientes, hasta el descubrimiento del cadáver, el 24, identificado en dos llamadas anónimas a sendos periódicos, el apartamento de Tutor 37 tenía colgado el letrero de «no molestar». Coincidiendo con la conferencia de prensa de la Cadhu, el Grupo parlamentario Socialista español en el Congreso presentó ayer una pregunta al Gobierno sobre el caso y que anuncie públicamente las informaciones que tenga sobre la participación de las fuerzas de seguridad argentinas en actos de este tipo en nuestro país. Las medidas que el Gobierno está dispuesto a tomar contra estos acontecimientos, la posible petición a los Gobiernos de Perú y Bolivia, donde estuvo la presuntamente asesinada Noemí Esther Gianotti, y las normas de protección a la numerosa colonia latinoamericana en España.


A la conferencia de prensa asistieron varias organizaciones de exiliados argentinos, así como representantes del PSOE, Federico de Carvajal, y del PCE, su secretario general, Santiago Carrillo.

Las delegaciones políticas españolas insistieron en que solicitarán al Gobierno Suárez, todo tipo de información en el caso y la colaboración en las campañas contra la represión de exiliados latinoamericanos en España.

Asimismo, la Cadhu envió una nota al secretario general de UCD, Rafael Calvo, en la que manifiesta su deseo de colaborar con las instituciones del Estado español para esclarecer el crimen, y una colaboración conjunta con el Gobierno.


Santiago Carrillo, por su parte, declaró que entre las medidas de apoyo pensadas por el PCE está la de invitar a España a una comisión de parlamentarios peruanos, que investiga en la actualidad el secuestro de Noemí Esther Gianotti en Lima.

Jaime Sanz de Bremond, representante del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, dijo que este acto es también una violación del derecho de asilo amparado en el artículo 30 de la Constitución española.

(El Pais, 7/8/1980)

La Sra. Molfino fue asesinada en Madrid en 1980


Villarán, Susana. Operación Cóndor: La conexión peruana

Nunca como ahora, a partir del fallo de la Comisión Jurídica de la Cámara de los Lores en Gran Bretaña, que desconoce la inmunidad de Augusto Pinochet, se pasó de lo abstracto a lo concreto en la aplicación del derecho internacional de los derechos humanos.

Comprobamos finalmente que la justicia también se globaliza, que los crímenes contra la humanidad no siempre quedan impunes y que, independientemente de la suerte que correrá Pinochet, siempre habrá un antes y un después del 25 de noviembre.

Los crímenes de lesa humanidad, como sostuvo en su auto acusatorio el juez español Baltazar Garzón, "son imprescriptibles, sus responsables no disfrutan de inmunidad diplomática ni pueden obtener estatuto de refugiado ni asilo político, y todos los Estados del mundo están obligados a perseguirles y a colaborar en la persecución que de tales crímenes hagan otros Estados". Amparándose en la legislación española y en las convenciones contra el genocidio y contra la tortura, entre otros instrumentos internacionales, el juez español ordenó prisión incondicional para el dictador chileno. Pinochet, según sostiene el magistrado, cometió, en sus largos diecisiete años de control ilegal y férreo del poder, una serie de crímenes y actividades delictivas no sólo en Chile; sino que, en el marco de la "Operación Cóndor", alargó el oscuro brazo del crimen a otros países –entre ellos a España–, para lo que coordinó activamente con dictadores de países como la Argentina.

El Perú no fue ajeno a estas actividades criminales, como lo prueban las investigaciones periodísticas de Edmundo Cruz. Destacado periodista de investigación en el Perú, Cruz ha dedicado gran parte de su vida profesional a desentrañar muchos "misterios" que están en el corazón de graves violaciones de los derechos humanos en nuestro país. Su nombre estará permanentemente asociado a la investigación sobre el crimen de La Cantuta; por ello, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos lo premió en 1993. Por la calidad de su trabajo y su valentía recibió hace poco, en Estados Unidos, el premio de periodismo Moors Cabot, distinción concedida a pocos periodistas peruanos. Sus recientes artículos sobre la "Operación Cóndor” en el Perú revelan la sordidez y el horror en el que se mezclaron militares peruanos de alto rango con los crímenes de Videla, García Meza en Bolivia y Pinochet.

Estás investigando hace ya tiempo lo relacionado con la "Operación Cóndor". ¿Pensaste alguna vez que el asunto iba a llegar tan lejos y que, vinculado a este sórdido acuerdo entre dictadores, el propio Pinochet caería en manos de la justicia?

Me parece algo increíble; estaba pensando el otro día que el año 1994 estuve a punto de entrevistar a Pinochet en Santiago, pero mi salida de la revista Sí imposibilitó esa entrevista. Fui acumulando material, y alguna vez en los últimos años llegué a pensar que era material perdido; los últimos hechos me han demostrado lo contrario.

¿Qué tenemos que ver los peruanos con la "Operación Cóndor"?

Tenemos que ver, y bastante. En un primer momento da la impresión de que el Perú estuviera al margen de la "Operación Cóndor", porque este fue un acuerdo de fines del año 75 entre la Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay y Bolivia. La "Operación Cóndor" se firma en diciembre de ese año, como consta en el archivo que se descubrió el año 1992 en Asunción, Paraguay. Paraguay, no sé si por la antigüedad, o porque era mayor el margen de ilegalidad y de impunidad en que operaba Stroessner, se convirtió en la base de este operativo. Recordemos que se trataba de regímenes que en ese momento estaban mucho más identificados con la política de la Guerra Fría, de persecución de los comunistas y de todo elemento que fuera tildado de izquierdista, de subversivo. Era una política que manejaba Estados Unidos a través de la Central de Inteligencia Americana. Aunque el régimen de ese entonces en el Perú era considerado de corte nacionalista, esto no impidió que formara parte de un acuerdo en el cual se sustentaron capturas, secuestros, desapariciones y asesinatos. El secuestro y posterior asesinato de la señora Molfino en Lima es uno de estos graves hechos incluidos en la investigación del juez Garzón.

MORIR EN MADRID

Háblanos del caso Molfino...

La señora Noemí Esther Gianotti de Molfino fue una viuda de nacionalidad argentina, madre de seis hijos, cuatro de ellos involucrados en la actividad política. Una de sus hijas desapareció con su esposo, quien era dirigente de la juventud montonera, y dos de sus nietos también desaparecieron. Otra de sus hijas estaba exiliada en París por razones políticas. Su hijo mayor, Alejandro, estaba preso y no salió hasta que cayó el gobierno militar. Ella vino acá al Perú en 1980 con su hijo menor, Gustavo, a solicitar solidaridad con su drama personal. Buscaba apoyo para que aparecieran su hija, su yerno, sus nietos. Los nietos –dicho sea de paso– aparecieron tres años después (o sea que vivieron tres años en manos de los secuestradores).

¿Qué pasó acá en Lima?

Los hechos se precipitaron en junio del año 80, en vísperas de la transmisión del mando de Morales Bermúdez a Belaunde, para la que se anunciaba la presencia del general Videla. Coincidió el hecho de que la policía política argentina detuvo en Buenos Aires a un joven metalúrgico de apellido Frías y con él descubrió información sobre una reunión que iba a realizar la dirección montonera acá en Lima en el mes de junio. La hipótesis de la policía argentina era que en esa reunión se prepararía un atentado contra Videla. Recordemos que era el momento en que el combate entre la dictadura argentina y el grupo montonero estaba en su punto más alto, y se tenía la información de que acá estaría un dirigente que era el número tres en la estructura montonera, Perdía. Efectivamente, aquí estuvo, y también estuvieron, según la policía argentina, quince dirigentes montoneros más. Cuando estos dirigentes vinieron, la señora Molfino, naturalmente, los apoyó y alojó.

¿Cómo fue el operativo de secuestro?

La policía argentina usó a Frías como anzuelo para capturar a miembros del grupo montonero. Lo tuvieron alojado en Lima, en el Círculo Militar y, en medio de muchas peripecias –que relato en mis notas aparecidas en el diario La República–, este joven los llevó a las cercanías de las avenidas Larco y Benavides. La policía logró capturar primero a María Inés Raverta, cerca de la iglesia de Miraflores, que parece que era el punto de contacto, y, después de eso, a otro dirigente montonero, Julio César Ramírez, en la cuadra cuatro de Benavides. Después –todo en 48 horas– capturan a la señora Molfino en la calle Madrid en Miraflores. En casa de la señora Molfino y su hijo Gustavo estaba alojado Perdía, el jefe de los montoneros, quien logró escapar. La señora Molfino no pudo hacerlo.

¿Cómo es que la señora Gianotti de Molfino aparece muerta en Madrid?

La señora Molfino es entregada en la frontera de Bolivia junto con otros dos, con Raverta y con Ramírez.


¿Los entregan a militares argentinos o bolivianos?

Los entregan precisamente a García Meza, quien después daría un golpe contra la presidenta de ese entonces, Lidia Gheiler. Hay un documento de recibo, como si se tratase de una operación monetaria. La Molfino fue enviada probablemente, según lo que dice su hijo Gustavo, desde Bolivia a Madrid. Raverta y Ramírez a la Argentina. En Madrid aparece en un hotel, un mes después, el cadáver de la señora Molfino. Gustavo, el hijo menor, va a Madrid. Era el tiempo del presidente Suárez; allí denuncia por primera vez a Videla por la muerte de su madre. Es la primera querella que se entabla contra el general Videla por el asesinato de Molfino. Corría el año 1980. Sólo al sexto intento vamos a tener a un juez como Baltazar Garzón que acoja la demanda...

LA CONEXIÓN PERUANA

¿Qué militares peruanos están implicados en el proceso que ha abierto el juez Garzón?

En el caso de los montoneros actuó un grupo operativo de ocho argentinos que vinieron especialmente a Lima. Ellos intervinieron acá con autorización y con el apoyo de dos grupos operativos peruanos. Nosotros en La República somos los únicos que hemos dado esta versión a partir de fuentes militares; por ello sabemos que actuaron dos grupos, probablemente formados por igual número de personas. Los que llevaban la voz cantante eran los argentinos, pero los peruanos también hicieron lo suyo. No era posible que se efectuara todo el trabajo de persecución, seguimiento, arresto, torturas y finalmente de eliminación por obra exclusiva de estos ocho caballeros argentinos... Lo que se publicó fue el nombre del jefe del Servicio de Inteligencia, Martín Martínez Garay, y luego dos más: el comandante (r) Oswaldo Hernández Mendoza y el capitán de Sanidad José César Gutiérrez. Estos son los que están comprendidos en el expediente de Garzón. En abril de 1988 el Ministerio de Justicia de España envió comisiones rogatorias al Perú para que se tome declaración a estos militares implicados en el asesinato de esta ciudadana argentina en España.

¿Y los responsables políticos?

En ese momento era Presidente de la República del Perú el general Francisco Morales Bermúdez. Hay versiones que obran en la prensa de esa época que demuestran que para esta operación hubo una coordinación, en primer lugar, entre el jefe de las Fuerzas Armadas de la Argentina y el jefe de las Fuerzas Armadas del Perú. En ese momento el jefe de las Fuerzas Armadas de Argentina era el general Galtieri (muy conocido después por lo que hizo en relación con Las Malvinas); en el Perú, el cargo era ocupado por el general Pedro Richter Prada, quien además era ministro de Guerra. Hubo una versión, últimamente actualizada, según la cual existió una primera coordinación entre ellos, después de la cual hicieron las consultas –se entiende que a sus respectivos mandatarios–, y, con la autorización de éstos, permitieron el ingreso de los grupos operativos. Hay, además, una prueba de estos hechos: un comunicado del Ministerio del Interior emitido en aquella época en el que el Gobierno peruano entrega a autoridades bolivianas a estos tres ciudadanos argentinos: Molfino, Raverta y Ramírez.

LA HISTORIA NO AMNISTÍA

¿Qué reflexión te merece lo que está sucediendo?

Uno publica lo que puede probar, como es lo relacionado con la "Operación Cóndor" en el Perú. Yo no puedo publicar todo lo que sé, pero estoy seguro de que la mayor cantidad de estas violaciones están por descubrirse. No tengo reparo en decirlo; lo digo con conciencia y con responsabilidad: advierto una conducta perversa en las autoridades, porque tratan de encubrir, de no dejar rastro de todas estas acciones. Pero algún día se conocerán. Es la constatación de un reportero que está metido en estos asuntos y sabe que hay muchos testigos que van decidiéndose a hablar. Con lo que sucede con Pinochet ahora, pero también en los últimos años en la Argentina, la historia nos está demostrando que si no se hacen las investigaciones ahora, más tarde, en algún momento, aparecerá la verdad. Como dije en alguna oportunidad, la historia no amnistía.

“No imaginábamos nada de esto”

En esta entrevista, Miguel Molfino cuenta la intimidad del encuentro de la familia con Martín. Revela que recién se enteraron de la existencia del joven cuando los llamaron para hacerse el ADN.
Por Alejandra Dandan

Miguel Molfino estaba detenido a disposición del Poder Ejecutivo nacional cuando secuestraron a su hermana. A esa altura, la familia vivía una suerte de diáspora entre hermanos y cuñados detenidos en las cárceles mientras que otros habían marchado al exilio. Más de treinta años después, llegó un día en el que recibió la noticia de que desde la Conadi querían hacerles una extracción de sangre para obtener una muestra de ADN. Buena parte de la familia pensó en lo único que alguien podía llegar a imaginarse: creyeron que habrían aparecido los restos del cuerpo de su hermana Marcela.

–¿Usted dijo que Martín había sido doblemente desaparecido?

–No habíamos tenido noticias de mi hermana desde el secuestro –dice Molfino–. Y encima, como se la habían llevado herida, qué sé yo... No nos imaginábamos nada de esto.

–¿Su hermana y su cuñado no estaban juntos en ese momento, verdad?

–Ella cae con uno de sus cuñados, un hermano de Guillermo, en la casa, el 17 de octubre de 1979. Guillermo cayó en un bar durante la contraofensiva, se supone que para ese entonces estaban retirándose, se venían cosas muy fuertes. Después pasa el tiempo, sucede lo de mi vieja, la muerte en España (ver recuadro) y bueno, los chicos, los tres hijos de Marcela y de Guillermo, son devueltos digamos que inmediatamente a la familia Amarilla. Pero a lo que voy con todo esto es que en paralelo, en todos estos años, Martín, según nos dice ahora, empieza a tener la sospecha de quién es en realidad.

–¿Cómo se enteraron ustedes?

–Nos enteramos de que existía cuando vienen de Conadi a sacarnos sangre para el ADN. Yo no lo creía. Les decía a mis hermanos, pero ¿puede ser? ¿Puede ser el regreso de los muertos vivos? No sé. Pero me equivoqué, porque hace tres días llama Carlotto para avisarme que había aparecido el cuarto hijo de Marcela y del Negro Amarilla.

–Impresiona.

–Impresionante fue la ceremonia del reencuentro, la intimidad. En un momento dado sentíamos que había pasado una eternidad, esperamos una hora y media en una habitación contigua al lugar donde estaban contándole la historia. Ahí entró y lo vimos.

–¿Y?

–Muy parecido a sus hermanos. Tenía el lóbulo de la oreja pegado, como lo tienen ellos, y es parecido al padre y apenas se vieron lo que fue impresionante es que se sentaron los cuatro juntos. Los cuatro hermanos y automáticamente entre ellos se generó toda la charla, los comentarios y Martín tenía que bancarse además la presentación de tantos parientes y anécdotas porque fuimos como treinta.

–¿Qué fue lo primero que preguntó?

–Dijo: “Quiero conocer a mi mamá”. Y entonces le pasamos una foto de Marcela, la miró y dijo: “Qué linda que era”.

–¿No pudo ver una imagen hasta ese momento? ¿El tampoco sabía quiénes podían ser sus padres?

–Exacto, por eso él dijo: “Quiero conocer a mi mamá”. Y después nos preguntó por qué vivíamos en Chaco. Le contamos que algunos vivían en Buenos Aires, otros allá. También le contamos cómo eran lo padres.

–¿Cómo eran?

–En la casa de los Molfino se reunían todos los hijos, con los novios, la mitad PRT y la otra mitad Montoneros, con distintos grados de compromiso. Y mi vieja, que cocinaba ravioles para el griterío de política de los domingos, estaba ahí mientras se hablaba a los gritos del socialismo nacional o de la guerra popular. Eso era mi casa. Martín sobre todo escuchaba. Nosotros hablamos entre nosotros, no le dábamos pelota porque nos acordábamos de cosas y él nos miraba con esos gestos muy parecidos al padre, manso, tranquilo, cauto.

–¿Qué hace Martín?

–Dijo que es músico y que estudia teatro. Y entonces preguntó qué hacía la madre, y se emocionó cuando le dijimos Filosofía y Letras, porque también él había estudiado. Después dejó, estudia en el conservatorio de música. Y entonces dijo que está aprendiendo acordeón a piano. “El instrumento que tocaba tu mamá”, le dijimos. Todos quedamos impresionados.

–¿Cómo se vive un momento como éste?

–Yo te digo, cuando lo vi entrar no tuve un sollozo. Pero pensé en qué raza de Caín tan fiero pudo imaginar una cosa tan terrible como destrozar a una familia. Pensé en mi hermana. Me imaginé ese infierno en Campo de Mayo, atravesando el largo período de embarazo, los golpes, la mugre, los gritos. Mi hermana Alejandra también se imaginó esa sensación terrible, pero al principio y después, una alegría gigante.

–¿Cómo es esa alegría?

–Porque es una gran reivindicación en el sentido de que quisieron destrozarnos como perros rabiosos, pedazo por pedazo sacar el cuerpo de una familia y fijate vos cómo nos volvemos a juntar, más allá de los muertos o desaparecidos. Son como los restos del naufragio que cada tanto llegan a la playa desde un barco que parecía destruido totalmente. Tengo la sensación de justicia humana, de justicia en el sentido de la existencia, digamos. De una cosa que merecía él, Martín y muy después nosotros. Sobre todo Martincito, que imaginate lo que debe sentir.

–¿Qué cree usted?

–Anoche se encontró con otro apellido y otra vida. Es un mambo feroz. Finalmente esto tiene un final harto feliz. Sus hermanos se quedaron en Buenos Aires unos días para conocerse más porque los Amarilla son tan unidos, esos chicos que parecen siameses. Son compañeros como un puño cerrado.

Otra historia de identidad recuperada

Es el hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, dos militantes montoneros secuestrados durante la contraofensiva que permanecen desaparecidos. Fue apropiado por un agente de inteligencia del Ejército.
Por Alejandra Dandan

Cuando alguien le preguntaba por el padre, Martín escondía las fotos. Decía que era un oficinista. Y jamás mostraba aquellas en las que aparecía con el uniforme militar. El hombre, un agente de inteligencia del Ejército, murió cuando él cumplió quince años. A partir de entonces, Martín empezó a sospechar de algunas verdades de su vida. Se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo hace dos años para averiguar si era hijo de desaparecidos, pero la primera búsqueda no dio resultados positivos. Su madre dio a luz ocho meses después del secuestro, su cuerpo desapareció y su familia nunca pudo avisar del embarazo. Un testimonio reciente de un “arrepentido” le permitió a las Abuelas continuar con la búsqueda y enlazar la historia de Martín con sus padres Marcela Molfino y Guillermo Amarilla, dos militantes Montoneros, secuestrados en octubre de 1979, hoy desaparecidos. Las Abuelas de Plaza de Mayo ayer presentaron la historia de su restitución, la número noventa y ocho. Anoche, Martín Amarilla Molfino fue recibido por la presidenta Cristina Kirchner en su despacho.

“Martín nunca había visto fotos del embarazo de la supuesta madre y eso empezó a provocarle algunas dudas”, cuenta Donato Amarilla, hermano del padre de Martín, poco después de la conferencia de prensa, ofrecida por Abuelas en la sede de la organización. “A los quince años, más o menos, empezó a buscar fotos y después, al mirar la partida de nacimiento, cayó en la cuenta de que la señora en cuestión tenía más de cincuenta años cuando nació él.”

Las dudas de Martín empezaron tras la muerte de la persona que decía ser su padre. Y probablemente a partir de ese momento haya prestado más atención a su partida. Según ese documento, él nació el 17 de mayo de 1980 en el hospital militar de Campo de Mayo, una de los edificios de la unidad militar que funcionaba como maternidad clandestina para muchas detenidas políticas. Martín no sabía nada de eso, pero iba viendo que en su casa no había fotos de embarazos. Y estaba el pasado de su supuesto padre militar.

“Es una historia de intrigas y de sospechas”, dice su tío. “Martín aparentemente empezó a atar los comentarios de esa señora, que pudo sortear esa situación con el marido. El hombre se había dedicado a la bebida, era un padre ausente, pero cuando le preguntamos Martín dice que dentro de todo fue feliz, que sintió mucho cariño y que la mujer lo llamaba para que vea el televisor cuando aparecía la noticia sobre la recuperación de un hijo de desaparecidos.”

A lo mejor eran mensajes. A lo mejor, una forma de manejar alguna forma de la locura. Martín intentó terminar de armar algo con lo que empezaba a entender de su vida el 13 de diciembre de 2007 cuando abrió un legajo en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). Hasta ese momento, había terminado el secundario, empezó la universidad, pero dejó todo para entrar en el conservatorio de música. En algún lugar de la provincia de Buenos Aires armó una banda y se puso a estudiar acordeón de piano, era el mismo instrumento que tocaba su madre.

Ante la primera consulta, Abuelas siguió los pasos que habitualmente lleva adelante en una situación similar. Compararon las muestras de ADN con el banco de datos. “En el banco están todas las muestras de los grupos de familiares que denunciaron tener un pariente, hija o hermana desaparecida embarazada, o que tenía un hijo ya nacido, de pocos meses, al momento del secuestro”, explica un abogado de Abuelas.

Martín se hizo el análisis el 20 de diciembre de 2007. El 6 de marzo de 2008 le dijeron que el resultado era negativo. Su patrón de ADN aún no había sido denunciado como desaparecido.

Las Abuelas tenía denuncias sobre la existencia del joven como posible hijo de desaparecidos. Los datos de Abuelas no eran mucho más amplios, pero contemplaban los elementos que enumeraba Martín en su relato.

Mientras tanto, la Conadi avanzaba en una investigación paralela con testimonios que permitieran rastrear posibles embarazadas entre los detenidos desaparecidos. En ese contexto, aparecieron tres datos. El 21 de agosto, se presentó ante la Secretaría de Derechos Humanos una sobreviviente de Campo de Mayo quien aseguró que Marcela Molfino había dado a luz un niño en ese centro clandestino. Un ex conscripto que había pasado un período detenido en Campo de Mayo también denunció que para 1980 había una mujer embarazada. Y el último dato llegó, antes o después, de un arrepentido del Ejército que mencionó el nombre de Molfino, precisó el lugar de detención en Campo de Mayo y su embarazo.

Marcela Molfino y Guillermo Amarilla eran militantes de Montoneros y formaban parte de la dirección de la Juventud Peronista en la regional IV. Ella había nacido el 15 de noviembre de 1952 en Buenos Aires, sus padres se instalaron en Resistencia, y en los ’60 ella empezó Filosofía y Letras, militó en el peronismo de base y luego de en la JP. Guillermo era el Negro Amarilla, de Chaco. Era hijo de un dirigente peronista, estudiaba la carrera de contador, ocupó la secretaria general de la región IV de la JP con jurisdicción en Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones y antes de fundar Montoneros en el Chaco integró la JP Regional de la Resistencia. “Mi hermano era delegado de la regional IV”, dice Donato. “Y fue el único que viajó en el charter que trajo de vuelta a Perón en el ’73, está en la lista, con el gobernador Bittel, después se fueron al exilio, el último hijo nació en Francia y volvieron de nuevo con la contraofensiva.”

Hasta poco antes del secuestro estaban en el exilio. Noemí Gianetti de Molfino, la madre de Marcela, también estaba exiliada, durante la final del Mundial de Fútbol de 1978 entró al país sólo para sacarlos, para irse con ellos, como tenía la apariencia de una señora rubia, mujer de bien, podía darles cierta cobertura. Tiempo después volvieron para la contraofensiva y terminaron secuestrados el 17 de octubre de 1979.

“Primero lo secuestraron a Guillermo en un bar, pero en el saco llevaba una factura por una compra de materiales de construcción”, señaló Guillermo Molfino. En ese momento vivían en San Antonio de Padua, cuando los militares llegaron a la casa, Marcela respondió al fuego con un revólver. La hirieron, y los hermanos creyeron que justamente por eso podría haber muerto enseguida. En la casa estaban los tres hijos de Marcela y de Guillermo, también Rubén Amarilla, el cuñado con su mujer y dos hijos. La cuñada escapó pero Rubén, Marcela y los cinco niños fueron secuestrados por el Ejército. Los cinco chicos volvieron quince días después a Resistencia porque un represor conocía a uno de los Amarilla.

Veinte días antes del secuestro, una hermana de Marcela se cruzó con ella en una visita. Se vieron pero nunca hablaron del embarazo. Su familia cree por eso que a lo mejor ni siquiera ella lo sabía.

El encuentro de Martín con los Donato Amarilla se hizo en la sede de Abuelas. Los familiares habían mandado las muestras de sangre para el cruce de ADN y cuando la base de datos comparó nuevamente los datos de todos, incluso el de Martín, el cruce dio positivo.

“Por eso es tan importante la reforma del banco nacional genético que se analiza en el Congreso”, explica Alan Iud, abogado de Abuelas. “Lo que se pide es que los ADN que analiza el banco se conserven ahí por si se agregan otros grupos familiares, y el caso como el de Martín muestra que es imprescindible que sea así.”

El lunes pasado, Abuelas convocaron a Martín para contarle su historia. En una habitación cercana lo esperaban los hermanos, Mauricio, Joaquín e Ignacio y también sus tíos. La entrevista duró hora y media. Una vez que terminó, le preguntaron si quería conocer a su familia.

“Había mucha gente”, dice Donato que viajó especialmente desde Chaco. “Físicamente es muy parecido a Ignacio, el que ahora es el penúltimo y que teníamos como el menor.” Apenas lo vieron sus hermanos miraron las orejas, la marca de origen, porque todos tienen el lóbulo pegado a la cara. Era la marca, la constataron, Martín la tenía, y dicen que en ese momento todos se mataron de risa.