FRANCISCO MADARIAGA QUINTELA, NIETO 101 RECUPERADO

“Que te cuenten tu historia es un regalo de la vida”

“Sentía que había otra verdad”, relató el joven y contó cómo fue el camino que le permitió recuperar su identidad. Dijo también que “sin las Abuelas sería imposible” y remarcó: “Faltan más de trescientos pibes. Hay que crearles la duda y decirles que se puede”.

Por Diego Martínez

Durante treinta y dos años vivió con identidad falsa, apropiado por Víctor Alejandro Gallo, capitán del Batallón de Inteligencia 601, carapintada, delincuente de fuste, que llegó a gatillarle en la cabeza. “Era su juguete de guerra”, resume. La duda comenzó a los veinte pero hizo falta una década y la presión de los amigos para acercarse a Abuelas. En dos semanas quebró a la apropiadora, supo que nació en cautiverio en Campo de Mayo, que se llama Francisco Madariaga Quintela, que su mamá Silvia ejerció como médica hasta que el Ejército la borró de la tierra, y conoció a su padre, Abel, secretario de Abuelas desde 1983. “Es un regalo de la vida que alguien te cuente tu historia. Hay que pelear por la verdad. Quien busca, encuentra”, enseña.

“El tipo era nazi”, recuerda, y enumera enemigos: zurdos, judíos y negros. La infancia, en San Miguel, fue “con violencia física y psicológica: en lugar de Los Parchís nos hacía escuchar marchas patrias”. El plural incluye a Guadalupe, un año mayor, y Martín, dos menos, hijos biológicos de los apropiadores. Los compañeros de colegio lo señalaban y dudaban: “¿Son hermanos?”. Debieron pasar años para que Francisco, entonces Alejandro Ramiro, pensara en la pregunta.

A sus catorce años los apropiadores se divorciaron. La violencia siguió. “Un día entró con una pistola, le rompió el tabique a ella y me gatilló en la cabeza.” La música y el secundario lo acercaron al tema dictadura. “Era punk, iba a recitales, estaba bien informado, incluso fui a alguna marcha”, recuerda.

La separación y las detenciones de Gallo jugaron a favor: “Tuve la libertad de formarme solo. A los dieciséis empecé a trabajar de cadete: fue mi independencia. Es que te crían con miedo, para que no cruces de vereda. La ignorancia es lo que te impide llegar a la verdad. Más abajo te tienen, mejor te controlan”, afirma.

“A los veinte empiezo a hacer malabares, a viajar como artista callejero, y a formarme, a ser yo como persona. Entonces empiezan las dudas, un gran vacío, cada vez más angustia. Sentía que había otra verdad.”

La relación con las novias fue un indicio. “Las trataba como a una madre. Les hacía una escena cuando se iban. Me faltaba algo, la mujer que me habían sacado, todo lo natural que puede tener un hombre”, dice.

“Malabareando” recorrió el país y el sur de España. Luego la apropiadora lo echó. “Se lo agradezco, me generó dudas enormes. Al estar solo te planteás un montón de cosas.” Gallo le dio trabajo en Lince, una de las tantas agencias de seguridad al servicio de represores. Un día llamó para agradecerle un destino. Al siguiente lo cambió. “Era un juguete de guerra”, explica. Las discusiones incluían amenazas de muerte e invitaciones a pelear.

“La duda era tan grande que decidí enfrentarlo. Sabía que no se iba a quebrar pero confiaba en que alguien del entorno contara la verdad, porque es una asociación ilícita”, propone el tipo penal para los cómplices: “Toda la familia sabía, no fue una mentira de dos personas”.

–¿Por qué el entorno protege al apropiador?

–No lo sé. Es un tipo muy violento. Le falta violar y tiene todo. En la familia decían estar amenazados. Puede ser, pero me secuestraron durante 32 años y nadie me lo comentó. Todos son responsables.

La decisión surgió de una charla en plena borrachera, con Juan y Cristian, “amigos de la vida”, el último sábado de enero.

–Acercate a Abuelas –ordenó Juan.

–¿Y si es mentira? Quedo como un loco.

–Nadie tiene la culpa de dudar.

“Me obligaron”, agradece. “Yo buscaba mi identidad. Mi miedo era que diera negativo y no poder meter preso al tipo.”

El día D era el miércoles 4. Antes gastó los últimos cartuchos. “O él me daba un tiro o me enteraba de la verdad.”

–¿Soy adoptado? –indagó a la falsa abuela paterna.

–¿Querés tomar algo? –lo eludió. “Loca como el hijo”, pensó él.

A horas de visitar Abuelas le dio la última chance a la apropiadora. “Yo era una porquería humana, quería mostrarlo para quebrarla”, contextualiza.

–Decime la verdad. ¿Soy tu hijo? –golpeó la mesa.

Silencio.

–¡Hablá! ¿Soy tu hijo? –gritó.

La mujer negó con la cabeza.

“Ahí se me llenó el pecho de aire. Hubo un silencio terrible. Respiré hondo. No grité. El duelo lo venía haciendo desde hacía rato.”

Gallo le habló de “un huérfano en Campo de Mayo”, le contó la mujer, y ella le propuso criarlo, agregó. A la mañana siguiente lo acompañó a Abuelas. Los recibió un psicólogo. “Marcos sabe preguntar”, agradece. Su DNI falso dice que nació en Campo de Mayo el 7 de julio de 1977. “Ella me recibió con el cordón. No podían haber pasado más de cinco días”, explica.

De inmediato la judicialización, el examen y la espera. “Veía autos por todos lados. Pensaba que me pisaba. Pedía por favor que la cabeza no me falle. Se me caía el pelo del cuerpo.”

Al atardecer del miércoles 17, en un bar de Costanera Sur, Marcos recibe un llamado y propone caminar.

–¿Querés saber la verdad? –anuncia–. Tu nombre es Francisco Madariaga Quintela. Tu papá es compañero mío, un tipazo. Te están esperando en Abuelas.

“Yo lloraba, me reía, veí gente con perros, gritaba como loco. Es un regalo de la vida que alguien te cuente tu historia... Además me sacaba otra mochila del inconsciente: ¿Y si no hay nadie?”

El viaje a Abuelas fue eterno. “Abren la puerta. Veo un montonazo de gente aplaudiendo y Abel esperando, rodeado, porque es importante acá”, aclara con orgullo. “Nos dimos una abrazo, lloramos, fue buenísimo. Cuando nos dejaron solos, le pedí fue una foto de mi mamá”, recuerda.

–¿Te ves parecido a Abel?

–Sí, hasta en la personalidad. Cuando me enojo tengo un carácter bien podrido. Comentan que él también.

“Estoy súper feliz pero el duelo por mi mamá lo voy a tener que hacer. No me la dejaron tener. Fue médica cirujana, luchó por sus ideales, eso es muy importante para mí, porque me pude mantener al margen de esa familia, nunca me traicioné, y saber que tu vieja fue una luchadora, tu papá también, te va llenando todo”, contagia las lágrimas.

–¿Ya te emborrachaste con tus amigos?

–Todavía no, tenían que manejar. Ahora disfruto de Abel, estoy armando el rompecabezas que me escondieron. Muero de ganas de festejar con los pibes. Me hicieron ver la realidad: una duda es una duda. Soy un agradecido de que todo se haya solucionado rápido. Me estaba volviendo loco.

“Sin las Abuelas sería imposible. Es muy pesado enfrentar a estos tipos”, concluye. “Ahora faltan más de trescientos pibes. Hay que crearles la duda y decirles que se puede, que no tengan miedo, que esto es súper confidencial. Hay que pelear por la verdad, que quien busca, encuentra.”

Juicio "El Vesubio". Los tres militares imputados llegan a este juicio gozando de libertad.

Se trata de 156 casos elevados a juicio entre los que figuran 75 desapariciones
Comenzó el juicio por violaciones a los DDHH en "El Vesubio"
El juicio oral y público contra ocho ex militares acusados por 156 casos de graves delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino conocido como "El Vesubio" comenzó el viernes ante una sala colmada de familiares de víctimas y sobrevivientes, y miembros de organismos de derechos humanos.

"El Vesubio" estaba ubicado en Camino de Cintura y Richieri y dependía del disuelto Primer Cuerpo de Ejército.

Se trata de 156 casos elevados a juicio entre los que figuran 75 desapariciones de detenidos y 17 fusilamientos.

El Tribunal Oral Federal 4 -previo al ingreso de la prensa para la toma de fotografías de los acusados- dio por iniciado el juicio con la lectura de la acusación contra los militares, entre quienes se cuenta el ex coronel Pedro Alberto Durand Sáenz.

La sala de audiencias, en su parte inferior, destinada a los familiares, víctimas y miembros de organismos se encontraba colmada de público.

Un nutrido grupo de integrantes de la agrupación H.I.J.O.S. montó un escenario en la puerta de los Tribunales Federales de Comodoro Py 2002 en Retiro y colocó carteles con las fotos de desaparecidos durante la dictadura.

Entre los asistentes se encontraban los jóvenes Verónica Castelli, hija de María Teresa Trotta y Roberto Castelli, y María Cristina, hija de Roberto Cristina, quienes estuvieron en "El Vesubio" y permanecen en condición de desaparecidos.

Entre las víctimas más notorias se cuentan el novelista Haroldo Conti; el director cinematográfico Raimundo Gleizer y el historietista Héctor Oesterheld, cuyas cuatro hijas también están desaparecidas.

"El Vesubio" estaba ubicado en la intersección de Camino de Cintura y la Autopista Richieri, dependía del Regimiento de Infantería con asiento en La Tablada, en la provincia de Buenos Aires, y bajo jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército.

Las instalaciones del Vesubio fueron demolidas en 1978 antes de la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó el país ante las denuncias internacionales contra la dictadura militar.

El Tribunal Oral Federal 4 tendrá a su cargo el debate que, en un principio, estaba previsto para el 17 de febrero, pero hubo demoras en la integración.

La Sala de audiencias se colmó de público, en su gran mayoría integrantes de organismos de derechos humanos y sobrevivientes de ese centro de detención.

Las audiencias de este juicio también se desarrollarán en la misma sala en la que en horas de la mañana se llevó a cabo una nueva jornada del proceso por la causa ESMA y que se conoce como "Sala AMIA", ya que fue construida especialmente para ese juicio.

Tras la renuncia de la jueza María Cristina San Martino, serán los jueces Leopoldo Oscar Bruglia, Jorge Luciano Gorini y Pablo Bertuzzi -miembro del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata- quienes llevarán adelante el proceso.

La designación de Bertuzzi fue dispuesta por la Cámara Nacional de Casación Penal este martes, por resolución 141/10.

En la causa se investiga la participación de Pedro Alberto Durán Sáenz, Héctor Humberto Gamen, Hugo Idelbrando Pascarelli, Ramón Antonio Erlán, José Néstor Maidana, Roberto Carlos Zeolitti, Diego Salvador Chemes y Ricardo Néstor Martínez.

El procesamiento con prisión preventiva había sido dispuesto por el juez Daniel Rafecas el 23 de mayo de 2006, que analizó 16 homicidios agravados y 157 privaciones ilegales de la libertad en concurso real con imposición de tormentos. La Sala I de la Cámara Federal confirmó el pronunciamiento el 10 de abril del 2007.

En el caso de Martínez, el 6 de julio de 2006 se dispuso su procesamiento con prisión preventiva en orden al delito de privación ilegítima de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas (reiterado en 157 ocasiones) en concurso real con imposición de tormentos (reiterado en 157 ocasiones).

Dicho pronunciamiento fue confirmado por la alzada, el 24 de abril de 2007. En tanto, el 22 de julio de 2008 se dispuso la clausura parcial de la instrucción y su elevación.

       
Pedro Alberto Durán Sáenz, ex jefe de "El Vesubio", y Hugo Idelbrando Pascarelli, jefe del área 114; y el general retirado Héctor Humberto Gamen, segundo comandante de la Brigada de Infantería X -en la Subzona 11- y Jefe de la Central de Reunión de Información. Los tres militares llegan a este juicio gozando de libertad.

DETENIDO AYER EN MIAMI UNO DE LOS REPRESORES QUE PARTICIPO DE LA MASACRE DE TRELEW

Bravo, el que pegó los tiros de gracia

El teniente de navío retirado Roberto Bravo fue capturado en Estados Unidos, donde vive desde los ’70. Tres sobrevivientes de la masacre lo señalaron como el encargado de rematar a las víctimas. Ahora se inicia el proceso de extradición.

Por Diego Martínez

A treinta y siete años, seis meses y tres días de la Masacre de Trelew, cuando oficiales de la Armada fusilaron a dieciséis presos políticos en la base Almirante Zar, fue detenido ayer en Miami el teniente de navío retirado Roberto Guillermo Bravo, sindicado por los tres sobrevivientes como quien recorrió los calabozos para darles el tiro de gracia a las víctimas. La captura de Bravo, radicado en Estados Unidos desde los años ’70 y presidente de una empresa que factura millones de dólares a cambio de servicios médicos a las fuerzas armadas norteamericanas, fue solicitada dos años atrás por el juez federal de Rawson, Hugo Sastre. El juicio oral a seis imputados por la masacre del 22 de agosto de 1972, a cargo del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, comenzaría en abril en el teatro Verdi de Trelew.

El 19 de febrero de 2008, tras la orden de detención, Página/12 informó que el Ñato Bravo vivía en Miami, donde preside RGB Group Inc. Un empleado informó que “entra y sale todo el tiempo”, pero fue imposible obtener su palabra. Igual que en los años que siguieron a la masacre, cuando se escondió en la base naval de Puerto Belgrano y luego en la Agregaduría Naval en Washington, Bravo prefirió guardar silencio.

El juzgado de Rawson tardó diez meses para traducir las pruebas. En marzo pasado el agregado judicial de la Embajada de los Estados Unidos formuló “recomendaciones”, que con el respaldo de la Dirección de Asuntos Jurídicos de la Cancillería se lograron satisfacer en dos meses. El pedido de extradición se presentó ante el Departamento de Estado el 15 de julio. El 20 de enero, a pedido de un juez de Florida, se enviaron las huellas dactilares del marino. Ayer fue detenido y hoy probablemente se sepa si la Justicia le concede la posibilidad de pagar una fianza para permanecer en libertad durante el proceso de extradición, que podría durar varios meses, sobre todo porque Bravo tiene ciudadanía norteamericana.

Los imputados en condiciones de ser juzgados son los capitanes Luis Emilio Sosa y Emilio Jorge del Real y el cabo Carlos Marandino, los tres como autores directos de dieciséis homicidios agravados por alevosía y premeditación, más tres en grado de tentativa, por los sobrevivientes María Antonia Berger, Alberto Camps y René Haidar. Como cómplices necesarios serán juzgados el contraalmirante Horacio Mayorga, enviado por el gobierno de Alejandro Lanusse tras la fuga del penal de Rawson, y el jefe de la base Zar, capitán Rubén Paccagnini. El responsable del sumario interno que respaldó la falacia del intento de fuga, capitán Jorge Bautista, será juzgado por encubrimiento.

Engordar o matar

Gracias al testimonio de los sobrevivientes, a quienes el poeta Francisco Paco Urondo entrevistó en la cárcel de Villa Devoto el 24 de mayo de 1973, el comportamiento del teniente Bravo está documentado desde hace tres décadas. Cuando se hizo cargo de su primera guardia ordenó que los sacaran a comer de a uno, con varios soldados apuntando, y fijó un límite máximo de cinco minutos.

–¡Si seremos boludos! –pensó en voz alta–. En lugar de matarlos estamos engordándolos.

Camps recordó que Bravo “se las ingeniaba para estar siempre de noche. La mayor parte de las guardias las cumplía él con su equipo, diurnas y nocturnas. Dormía un turno, seis horas, y después estaba todo el día”.

Bravo “buscaba excusas” para sancionarlos. “La sanción, por llamarla así, era hacernos desnudar y hacer cuerpo a tierra de boca hacia abajo o de espalda en el suelo, o pararnos lejos de la pared y hacernos apoyar con la punta de los dedos en la pared: eso en un tiempo prolongado entumece los dedos”, contó Camps. Otra tortura era impedirles dormir. “Recorría las celdas y apenas encontraba a alguno que estuviera cabeceando, lo pateaba, o nos hacía estar parados”, agregó.

Con Mariano Pujadas tenía una saña particular. Le hacía barrer el piso desnudo.

–¿Hace frío? –preguntaba, y largaba la carcajada.

Clarisa Lea Place se negó a ponerse cuerpo a tierra. Bravo sacó la pistola, la martilló y se la puso en la cabeza:

–Vas a morir, hija de puta –le advirtió. Poco después cumplió.

La madrugada de la masacre, Bravo era jefe de turno de la guardia. Despertó a los presos a las 3.30.

–Ya van a ver lo que es meterse con la Marina. Van a ver lo que es el terror antiguerrillero –les advirtió.

Los hicieron salir de los calabozos, formar en dos filas y dieron una orden que nunca antes habían dado:

–Mirar al piso.

La primera ráfaga de ametralladora impactó en la hilera de la derecha. Entre quejidos y puteadas, Sosa y Bravo, pistola en mano, recorrieron los calabozos para dar los tiros de gracia.

Camps recordó que junto con Mario Delfino se tiraron cuerpo a tierra a tiempo. Aún estaban ilesos cuando “llega Bravo y nos hace parar, con las manos en la nuca, en la mitad de la celda. Estaba parado, más o menos a un metro de distancia. Nos pregunta si vamos a contestar el interrogatorio, le decimos que no, y ahí me tira, a mí primero, y cuando estoy cayendo escucho otro tiro y veo que cae Mario. Tiró desde la cintura con pistola”.

Berger llegó a escuchar cuando inventaban la versión que luego difundirían la Armada y Lanusse:

–Bueno, vos tenías una metra y Pujadas intentó quitártela.

Haidar escuchó la explicación de Bravo cuando llegaron los primeros marinos que no habían participado:

–Aquí Pujadas le quiso quitar la pistola al capitán, se quisieron fugar.

dmartinez@pagina12.com.ar

FRANCISCO MADARIAGA QUINTELA CONTO JUNTO A ABEL, SU PADRE, COMO RECUPERO SU IDENTIDAD DESPUES DE 32 AñOS

“Para mí es un regalo, la familia que buscaba”

En rueda de prensa, padre e hijo mostraron su alegría por el reencuentro. Francisco dijo que “no tener identidad es como ser un fantasma”. Su padre, el hombre que se sumó a la búsqueda de Abuelas, comentó: “Es un tigre, como su madre”. Silvia Quintela está desaparecida.
Por Laura Vales
Tienen la misma nariz –grande y carnosa–, la misma frente ancha y los pómulos idénticos, marcados y altos. Viéndolos juntos, uno sentado junto a otro, es imposible no pensar con el primer vistazo que son padre e hijo. Ayer, Abel y Francisco Madariaga contaron en una conferencia de prensa cómo se encontraron después de tres décadas. Abel, el papá, es secretario de Abuelas de Plaza de Mayo y buscaba a Francisco desde 1983. Pero fue el chico el que, ya crecido y convertido en un adulto, finalmente terminó encontrando al padre. A los 32 años, tras haber sido apropiado y criado por un oficial de inteligencia de Ejército, se presentó en Abuelas con la sospecha de que era hijo de desaparecidos, para hacerse los análisis de ADN.
Así se convirtió en el nieto recuperado número 101. En su caso, con la suerte extra de tener vivo a su papá, integrante de la dirección del organismo de derechos humanos –único hombre en un círculo de mujeres– y uno de los responsables de diseñar la estrategia de comunicación para que los jóvenes que sienten dudas sobre su filiación se acercaran a la entidad.
En la sede de Abuelas, donde se realizó la conferencia, Francisco estuvo acompañado por dos amigos, Cristian y Juan, treintañeros como él y que, según contó, fueron claves en la historia (“quiero agradecerles porque me obligaron a venir”, les dijo públicamente). Mezclada entre el público, también estuvo Lucía, su ex novia, que también lo apoyó en el proceso.
Francisco había llegado a Abuelas el 3 de febrero para hacer la consulta. Después, todo fue rápido. El día 4 fue a sacarse sangre para el análisis, y a las dos semanas la Justicia le informó sobre los resultados y le ofreció ponerlo en contacto con su verdadera familia. Resultó que además del padre había un tío (Daniel Quintela) y dos primas (Elena y Mariana) que también lo buscaban.
–Que nuestro encuentro haya sido tan natural va a darles fuerza a otros pibes –vaticinó ayer Abel, el papá–. Es un efecto de siembra; nos llevó tiempo sembrar, pero la cosecha viene cada vez más rápida.

“Un premio”

La historia sobre el nacimiento de Francisco fue relatada por Estela de Carlotto, la titular de la entidad. El joven nació en el hospital militar de la guarnición de Campo de Mayo, en julio de 1977. Su madre, Silvia Mónica Quintela, era, como Abel, militante de la organización Montoneros. Silvia había estudiado medicina en la Universidad de Buenos Aires y estaba haciendo la residencia como cirujana en el hospital municipal de Tigre cuando el 17 de enero de 1977 un grupo de tareas de la dictadura la secuestró. Tenía 28 años y estaba embarazada de cuatro meses.
La llevaron al centro clandestino de detención El Campito, donde la vieron varios sobrevivientes. En julio de 1977 fue trasladada al Hospital Militar, donde le hicieron una cesárea. Silvia dio a luz a un varón al que le puso de nombre Francisco, como quería su compañero.
Fueron las abuelas del recién nacido Sara Elena de Madariaga y Ernestina “Tina” Dallasta de Quintela las que iniciaron su búsqueda y la mantuvieron en los años de la dictadura. Abel, que tras el secuestro de su mujer se había exiliado en Suecia y más tarde en México, volvió a la Argentina en 1983 y se encargó activamente de la búsqueda; así se sumó al trabajo de las Abuelas. Con los años, se convirtió en el coordinador de los equipos técnicos de la entidad, y después pasó a ser parte de su mesa directiva.
“Todos los nietos son queridos, pero éste es un premio para un padre que luchó toda la vida”, definió Carlotto, que en la presentación estuvo acompañada por el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.

Mentiras y violencia

En la conferencia de prensa, como era de esperar, hubo lágrimas de emoción. Lloraban los amigos de Francisco, lloraban varios integrantes de Abuelas, lagrimeaba aproximadamente la mitad de los que estaban en el salón mientras la otra mitad respiraba hondo y aguantaba. Abel contestó las preguntas de todos los medios con la voz firme, pero le temblaban las manos. En cambio, Francisco parecía totalmente aplomado: se lo veía alegre, pura sonrisa.
El padre, orgulloso, dijo que el hijo era “un tigre, como la madre”. Y aseguró que físicamente era “muy parecido” a ella “aunque, pobrecito, con algunos rasgos míos”. Francisco relató a su vez que, después de conocerlo, lo primero que hizo fue pedirle una foto de su madre.
Francisco contó, además, su vida con los apropiadores. Fue anotado como hijo propio por un oficial del Ejército, Víctor de Alejandro Gallo, al que describió como un hombre “muy violento”. “Fueron años oscuros, feos”, dijo sobre su infancia. En la familia, integrada por la mujer del militar, Inés Susana Colombo, y dos hermanos, nunca le dijeron que no era hijo biológico, y en su documento de identidad figuraba con el apellido del militar, con el nombre de Alejandro Ramiro, pero aun así, con los años fue acumulando dudas. “No me veía parecido a nadie, y además era una familia violenta, no me dejaban avanzar. No tenía ayuda familiar... por eso pensaba que una familia no podía hacer eso con un hijo propio.”
Así empezó a dar los pasos que lo llevarían a recuperar la identidad. “Lo busqué diez años”, resumió ayer, hablando del padre, pero sugiriendo que ese fue el tiempo que vivió con dudas y sin poder resolver la situación. Finalmente, cuando ya estaba muy avanzado en su búsqueda, la mujer de Gallo le confesó que, como él sospechaba, podía ser hijo de desaparecidos. Le dijo que “lo habían traído de Campo Mayo”, en julio del ’77, y que Gallo “le había dicho que se trataba de un niño abandonado”.
El militar era oficial de Inteligencia del Ejército; durante la dictadura integró el Batallón 601. Recuperada la democracia, Gallo acumuló antecedentes delictivos. En los ’80 participó del robo de una financiera y luego de la Masacre de Benavídez, donde fue asesinada una familia, hechos por los que estuvo detenido. En la actualidad es dueño de la agencia de seguridad Lince. Lo detuvieron el jueves, junto con su ex mujer (ver aparte), acusados de la apropiación. Se sospecha además que, en las últimas semanas, pudo haber estado detrás de dos incidentes que sufrió Francisco.
Antes de terminar la rueda de prensa, Abel pidió hacer dos agradecimientos, “a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y al Poder Ejecutivo, porque desde que la apropiación de niños pasó a ser un problema de Estado, hemos resuelto más de treinta casos”.
Le pidieron a Francisco que hablara a los que están en una situación similar a la que él pasó. “No tener identidad es como ser un fantasma”, contestó, “pero encontré una familia gigante, con amor y contención. Eso es lo que buscaba: para mí, es un regalo”.

El profesor que era un sanguinario represor

Desconcierto en la Universidad Católica de Salta.
El teniente coronel retirado Martín Rodríguez quedó detenido luego de declarar por la represión en Campo de Mayo. 
 
Mientras el juez federal Juan Manuel Yalj analiza la declaración indagatoria del teniente coronel Martín Rodríguez, quien admitió su participación en operativos y en reuniones de oficiales de Inteligencia con el condenado general Fernando Verplaetsen, pero sólo “escuchó hablar” de un lugar de detención en Campo de Mayo, las autoridades de la Universidad Católica de Salta anticiparon que pedirán “un dictamen legal” para evaluar la situación del ahora ex profesor, preso en Marcos Paz. Sus alumnos, en tanto, no salen del asombro, aunque admiten que el militar no ocultaba que “cumplió órdenes” durante la dictadura y generaba discusiones cada vez que “decía que antes estábamos mejor”. Rodríguez no es el primer militar/profesor de la UCS que afronta problemas penales. El ex teniente Daniel Fernando Karlsson estuvo imputado pero fue sobreseído por su actuación durante la dictadura en el Regimiento de Infantería 9 de Corrientes. El coronel Manuel Cornejo Torino, ex director de Fabricaciones Militares, es juzgado por la venta de armas a Ecuador y Croacia.

Cuando aún no se habían reabierto las causas sobre el terrorismo de Estado, el sargento Víctor Ibáñez, ex guardia de Campo de Mayo, mencionó ante el periodista Fernando Almirón al “capitán Rodríguez”. Dijo que se apodaba Toro y que “pertenecía a uno de los grupos de tareas más temidos”. Un sobreviviente de El Campito relató un diálogo en el que un “capitán Rodríguez” transmitía a un superior información arrancada en un interrogatorio bajo tortura. Cuando el Ejército informó que había un solo “capitán Rodríguez” en Campo de Mayo, el juez Yalj lo citó a indagatoria.
El viernes, luego de informar del viaje a las autoridades de la universidad que según su web “se sitúa en la corriente occidental y cristiana”, Rodríguez se presentó bolso en mano en el juzgado de San Martín. Negó haber usado el apodo Toro, negó haber participado de interrogatorios y dijo desconocer “que alguna persona los haya realizado”. Admitió en cambio su participación en operativos y su relación con Verplaetsen, que va por segunda condena a perpetua.
–¿Cómo era el procedimiento si en alguna vivienda no les permitían realizar el control? –preguntó el juez.
–En ese caso no ingresábamos por la fuerza sino que, suponiendo que en dicho lugar se estaba intentando ocultar algún tipo de actividad relacionada con la subversión, se daba intervención a la policía y nos retirábamos –respondió impávido el profesor Rodríguez.
“Verplaetsen organizaba reuniones en las que se daban directivas, órdenes o se referían anécdotas sobre circunstancias que habían sucedido”, dijo sin entrar en detalles. “Se convocaba a todos los oficiales de Inteligencia en un aula para sesenta o setenta personas ubicada detrás de la oficina del coronel Verplaetsen”, agregó. Consultado sobre la existencia del centro clandestino, respondió que “escuchó hablar, se comentaba acerca de la existencia de un lugar donde había detenidos, pero de ninguna manera tomó conocimiento acerca de su ubicación o estuvo en dicho lugar”. Sólo admitió su presencia en la Universidad Kennedy, donde estudió Ciencia Política entre 1975 y 1978.

“La comunidad educativa está descolocada”, admitió ante El Tribuno el profesor Néstor Quintana. “Nunca imaginé lo que dice Página/12” (sic), agregó. El rector Alfredo Puig calificó la detención como “un hecho sorpresivo”, propuso “pensar en el principio de inocencia” y anticipó que pedirá un dictamen a los abogados de la UCS. “No lo puedo creer. Al profe lo aprecio un montón”, confesó su ex alumno Nicolás Ruiz. “Tengo una sorpresa enorme”, coincidió Santiago Tangona. “Sólo nos decía que cumplía órdenes, no nos animamos a preguntarle cuáles”, enriqueció el debate Julio Nakhle. “Solíamos discutir cuando decía que antes estábamos mejor”, agregó.

“La familia, el rugby y el Ejército son sus pasiones”, recordó el ex subteniente Federico Storniolo, director de informatesalta.com, donde publicó una foto suya, de uniforme, junto con Rodríguez. Confesó que decidió “servir a la Patria” luego de ver “un ejemplo” en su profesor, y luego de aclarar que “no reivindico, desconozco (sic) o niego lo que pudo haber pasado”, informó a sus lectores que “sobre estos temas tan sensibles como inconducentes (sic) se habla sólo de una verdad”. “La otra verdad algún día saldrá a la luz y entonces sí podremos decir que hay justicia y que la guerra se ganó (sic) no sólo por las armas”, concluyó. El periodista despidió al imputado con palabras de antología: “Con afecto, mi Teniente Coronel”.

Se posterga el juicio por los crímenes en el campo de concentración El Vesubio

Iba a comenzar esta semana, pero debido a las dificultades por la constitución del tribunal, se posterga su inicio para fin de febrero.

En este procedimiento se investigarán 150 casos de delitos de lesa humanidad cometidos por el Primer Cuerpo del Ejército.

El Tribunal Oral Federal Nº 4 de la Capital Federal postergó para el próximo 26 de febrero la fecha de inicio del juicio oral contra ocho ex militares, por delitos cometidos en el centro clandestino de detención “El Vesubio”, en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército.

En la causa se investiga la participación de Pedro Alberto Durán Sáenz Héctor Humberto Gamen, Hugo Idelbrando Pascarelli, Ramón Antonio Erlán, José Néstor Maidana, Roberto Carlos Zeolitti, Diego Salvador Chemes y Ricardo Néstor Martínez.

El procesamiento con prisión preventiva había sido dispuesto por el juez Daniel Rafecas el 23 de mayo de 2006, donde se analizaron 16 homicidios agravados y 157 privaciones ilegales de la libertad en concurso real con imposición de tormentos. La Sala I de la Cámara Federal confirmó el pronunciamiento el 10 de abril del 2007.

En el caso de Martínez, el 6 de julio de 2006 se dispuso su procesamiento con prisión preventiva en orden al delito de privación ilegítima de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas (reiterado en 157 ocasiones) en concurso real con imposición de tormentos (reiterado en 157 ocasiones). Dicho pronunciamiento fue confirmado por la alzada, el 24 de abril de 2007.

En tanto, el 22 de julio de 2008 se dispuso la clausura parcial de la instrucción y su elevación.